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miércoles, 17 de febrero de 2010

¡“Ete”: párate a reclamar tus derechos…”!


No hay tambor que no cante duelos guardados. Es el instrumento de un antiguo conjuro contra la soledad.
Gustavo Tatis Guerra
Sobre las seis de la tarde llegamos invitados por el periodista cultural de El Universal de Cartagena, al velorio de la cantadora Etelvina Maldonado (1935-2010).
En la comitiva íbamos, un periodista francés Nils Aucante y el poeta y librero Edgar Melo, con quienes habíamos llegado el día anterior después de veintiún “heroicas” horas de viaje en una batidora de “Brasilia” con el aire acondicionado a todo “full”, que no dejaba dormir. Además teniendo, que realizar un transbordo en Barranquilla, donde abusivamente fuimos filmados de frente dizque por unos “miembros de la seguridad de la empresa”, lo que nos hizo expresar en alta voz: “Esto se está convirtiendo en la España de Franco”. Alusión, que obviamente no comprendió el tira disfrazado de funcionario de la empresa.
Se celebraba en Cartagena otro de los Hay Festivales, donde llegábamos para no asistir sino para vender libros de poemas de reciente publicación pero fuimos sorprendidos por la noticia de la muerte de la cantadora, que tanto admiramos al igual que a Petrona Martínez. En el lugar, repleto de familiares, vecinos y algunos pocos representantes culturales entre los que estaba Gloria Triana, el gaitero Juan de Dios Narváez y los miembros de “El colegio del cuerpo”, con su director Álvaro Restrepo, quien antes expresó: El bullerengue: “Por qué me pegas”, de Etelvina Maldonado, debería ser el himno nacional de Colombia.
Mientras corría despavorida una verde lagartija a esconderse sobre el telón blanco del fondo del salón, Petrona Martínez con su voz retumbadora se tomó la estancia con sus canciones y los bullerengues de la artista fallecida que yacía humilde y apacible en su ataúd de madera y le dijo: “Ete, párate a bailar…” Pero la Etelvina no se puso de pie sino que siguió en su navegación eterna, mientras su amiga Teresa Tirado, que la había visitado en su casa el último viernes de su vida, contó: “Ella murió de un infarto repentino a sus 75 años” -¿Y su casa como era? Le preguntamos, respondiéndonos: –“Era humildísima: con cuatro sillas de plástico, una mesita de madera y en su habitación una pequeña cama. No tenía nada sino su canto”.
Totó la Momposina, que no pudo llegar al velorio, envió un mensaje: “Es la novena cantadora que se nos va. Ella, supo hacer su trabajo con una dignidad y dulzura sin igual” Y el gaitero Juan de Dios Narváez expresó: “Eso es cierto porque con Etelvina se va una de las voces más afinadas, de una finura que logró enriquecer la herencia ancestral”.
Su desaparición ha sido como un terremoto para la sensibilidad del movimiento folklórico de la nación caribeña colombiana, por la cantidad de grupos, comunidades afro descendientes y líderes comunitarios, asistentes al cementerio. En el 2008 había sido invitada a Francia y este año viajaría a una gira por España y el resto de Europa. En el 2010 vendría a Bogotá, según contó Tatis, a dar un concierto con Totó, Petrona y los Gaiteros de San Jacinto.
Por fin había caído la noche, se iba el sol atormentador y que seguramente regresaría al otro día con su furia sobre nuestra humanidad enlutada. Mientras tanto veíamos llegar a la chismosa (“¡Oh, luna!...En tu silencio te has burlado de todo! ...” ) sobre las murallas de la ciudad tan cantada por Luis Carlos López (1879 -1950) en versos como aquellos que dicen: “Fuiste heroica en los años coloniales,/cuando tus hijos,/ águilas caudales, /no eran una caterva de vencejos.”
Ahora cuando todo ha quedado en la desmemoria, pensamos: ¿esos personajes que nombra El Tuerto, son aquellos, que él nombra en su soneto? ¿Los mismos, que vimos salir emperifollados y engreídos con sus trajes blanquísimos de los salones y que estuvieron ausentes del barrio de Colombiatón? Sector donde vivía Etelvina Maldonado, en virtud a una casa recibida como damnificada durante el invierno del 2004.
Muchos de ellos fueron, seguramente (según el editorial de El Universal) de los que se precipitaron el día del fallecimiento de la cantadora con sus llamadas al diario, para pedir se les publicaran sus nombres como solidaridad con la desaparecida artista.
A las presentaciones que Etelvina Maldonado hacía, también lo dijo el mismo diario, por todo el Caribe y el país, siempre otros fueron los que le situaban los precios de sus presentaciones, aprovechándose de desinterés por el dinero.
Que el fallecimiento de Etelvina Maldonado sirva una vez más para tomar conciencia de las condiciones tan precarias en que viven nuestros verdaderos artistas y sea el inicio, ojalá, de una nueva época de dignidad para todos: ¡Ete, párate a reclamar tus derechos!

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