Las relaciones de pareja están llenas de crisis, mu-chas se evidencian con el paso del tiempo y van apa-reciendo en la superficie como algas en un mar re-vuelto. Por mucho amor que exista entre dos per-sonas, nada las salvará de que tengan que enfrentar difíciles obstáculos a lo largo de la vida.
Los embarazos, los na-cimientos de los hijos, las visitas de la suegra, los problemas económicos, los cambios de trabajo, de ca-sa, de expectativas en la vida, el desempleo, todas estas son situaciones que generan desajustes en la pareja y que cada pareja tiene distintas formas de asumirlas. Incluso, en una misma pareja puede en-frentarse una situación si-milar de muchas maneras. Si el nacimiento de un hijo puede generar más cerca-nía, el nacimiento del otro puede resultar conflictivo y ser razón para las distan-cias.
De todas las crisis que hay que enfrentar a lo lar-go de la vida, es difícil de-terminar cuando nos en-frentamos a una más o cuando estamos frente a una ruptura difícil de re-solver, una ruptura que signifique el fin de la rela-ción.
Sin embargo, no hay criterios claros para saber cuándo ha llegado el mo-mento de separarse. Con las valoraciones hacia el rol de la familia, los hijos, las apariencias, los bienes en común, muchas parejas que han llegado al mo-mento de ponerle fin a la relación, Insisten en se-guir con una convivencia que se transforma en un verdadero infierno.
Si bien la separación no representa en todos los casos la solución a los pro-blemas, seguir viviendo una relación forzadamente genera mucho malestar en la pareja y en las otras personas cercanas. Cuan-do los hijos se convierten en la justificación para continuar, en la única ra-zón, la pareja comienza a deteriorar cada vez más la manera de relacionarse y este deterioro paradójica-mente también constituye un daño para los mismos hijos.
Mejor dicho, no sepa-rarse por el bien de los hijos, puede ser justo la causa de hacerle mal a esos mismos hijos y por supuesto, a la misma pa-reja. Es importante tener la madurez suficiente para evaluar las razones que hacen que una pareja siga junta y que insista en esa permanencia a pesar de su “incapacidad” para resol-ver y enfrentar adecuada-mente las crisis. Las ra-zones deben encontrarse en la misma pareja y no en razones externas.
En el momento en que una relación, a pesar de los intentos, deja de aportar a los miembros de la pareja ese conjunto de motiva-ciones que propiciaba la cercanía, se alcanza un punto de inflexión sobre el cual se deben tomar deci-siones.
El afecto, la emoción, la percepción de seguridad, el disfrute sexual, y sobre todo la posibilidad de dis-frutar la compañía, son las razones que tiene una pa-reja para seguir en medio de las crisis. Muchas ve-ces estas razones dejan de existir y sólo la costumbre refuerza la cercanía.
No hay que ser fatalis-tas. La mayoría de las cri-sis se superan y generan posteriores cercanías y ayudan a la misma madu-rez de la pareja. Sin em-bargo, es importante tener la serenidad suficiente pa-ra reconocer cuándo es el momento de ponerle fin a una relación definitiva-mente. En estos casos hay que intentar afrontar el miedo al cambio y gene-rar modificar las dinámicas en la pareja… incluso, la separación.
Las razones para seguir juntos o para separarse, deben encontrarse dentro de la misma razón y no fuera de ella. Lo que existe entre nosotros mismos, será lo único que nos llenará cuando este-mos juntos y en silencio al final de nuestros días. Lo que existe por fuera de no-sotros, pueden ser dis-tractores que con el tiem-po se irán y dejarán de ser importantes, hasta el punto que un día com-prenderemos que estamos absolutamente solos con otra persona al lado nues-tro. No hay peor soledad que esa.
De todas las crisis que hay que enfrentar a lo lar-go de la vida, es difícil de-terminar cuando nos en-frentamos a una más o cuando estamos frente a una ruptura difícil de re-solver, una ruptura que signifique el fin de la rela-ción.
Sin embargo, no hay criterios claros para saber cuándo ha llegado el mo-mento de separarse. Con las valoraciones hacia el rol de la familia, los hijos, las apariencias, los bienes en común, muchas parejas que han llegado al mo-mento de ponerle fin a la relación, Insisten en se-guir con una convivencia que se transforma en un verdadero infierno.
Si bien la separación no representa en todos los casos la solución a los pro-blemas, seguir viviendo una relación forzadamente genera mucho malestar en la pareja y en las otras personas cercanas. Cuan-do los hijos se convierten en la justificación para continuar, en la única ra-zón, la pareja comienza a deteriorar cada vez más la manera de relacionarse y este deterioro paradójica-mente también constituye un daño para los mismos hijos.
Mejor dicho, no sepa-rarse por el bien de los hijos, puede ser justo la causa de hacerle mal a esos mismos hijos y por supuesto, a la misma pa-reja. Es importante tener la madurez suficiente para evaluar las razones que hacen que una pareja siga junta y que insista en esa permanencia a pesar de su “incapacidad” para resol-ver y enfrentar adecuada-mente las crisis. Las ra-zones deben encontrarse en la misma pareja y no en razones externas.
En el momento en que una relación, a pesar de los intentos, deja de aportar a los miembros de la pareja ese conjunto de motiva-ciones que propiciaba la cercanía, se alcanza un punto de inflexión sobre el cual se deben tomar deci-siones.
El afecto, la emoción, la percepción de seguridad, el disfrute sexual, y sobre todo la posibilidad de dis-frutar la compañía, son las razones que tiene una pa-reja para seguir en medio de las crisis. Muchas ve-ces estas razones dejan de existir y sólo la costumbre refuerza la cercanía.
No hay que ser fatalis-tas. La mayoría de las cri-sis se superan y generan posteriores cercanías y ayudan a la misma madu-rez de la pareja. Sin em-bargo, es importante tener la serenidad suficiente pa-ra reconocer cuándo es el momento de ponerle fin a una relación definitiva-mente. En estos casos hay que intentar afrontar el miedo al cambio y gene-rar modificar las dinámicas en la pareja… incluso, la separación.
Las razones para seguir juntos o para separarse, deben encontrarse dentro de la misma razón y no fuera de ella. Lo que existe entre nosotros mismos, será lo único que nos llenará cuando este-mos juntos y en silencio al final de nuestros días. Lo que existe por fuera de no-sotros, pueden ser dis-tractores que con el tiem-po se irán y dejarán de ser importantes, hasta el punto que un día com-prenderemos que estamos absolutamente solos con otra persona al lado nues-tro. No hay peor soledad que esa.
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